Gastronomía Demente. Hoy: La Gitana.

Ay. Descompuesto y meriloto me veo por culpa del antro al que me ha llevado esta noche el Sr. Angel. Me las prometía felices después de los grandes descubrimientos de veladas pasadas, pero el local de esta noche merece una advertencia alta y clara para aquellos aventureros de la gastronomía nocturna, para aquellos avezados que aun respetan a su aparato digestivo, aunque sea poco. Me voy a referir a La Gitana, amplio restaurante de ambientación a lo Feria de Abril situado cerca del metro de Fabra i Puig, donde Justo Molinero se sentiría como en su casa, ya que el disco de sevillanas machaca incesantemente los mismos compases hasta que el paroxismo musical nos transforma en maquinas salvajes de matar.

Creo que lo más conveniente (y si mis retortijones me lo permiten) será pasar a evaluar y desglosar el menu que hemos sufrido esta noche.

Hemos comenzado con unas bravas y una ensalada de pulpo. De la ensalada poco a añadir, es similar a la que te ponen en los restaurantes chinos y bastante gustosa. Debe ser que la hemos cogido con hambre. Las bravas estaban hechas del año pasado, blandas y sosas, bañadas en una salsa rojiza cuyo parecido con la salsa de las bravas es abismal. Aquello era mojo picón revenio.

Como nuestro masoquismo no tiene límites hemos continuado el horror culinario con tres platos mas. A saber:

- Anchoas. Llenas de escamas y espinas. Pringosas. Nauseabundas. Acompañadas por dos aceitunas negras que sobraron de la coronación de Alfonso 12. Algo inaudito.

- Queso en aceite. Está claro que lo echaron en aceite para ver si disimulaba que era queso del barato, del malo, plasticoso e incomible. Más duro que el zapato de Charlot en La Quimera del Oro, pero igual de sabroso. Otro día me como el mantel, que seguro que tiene mas sabor.

- El plato fuerte: Pulpo estofado. Corría el año de buena esperanza de 1983 cuando debieron haber cocinado tan insigne manjar. Aquello sabía a lata vieja y estaba mas avinagrao que el vino que deben servir. Una cosa repugnante y salmonelosa a más no poder.

Todo esto lo regamos con unas claras amargantes, que presentaban una extraña e inaudita disposición a no poderse mezclar sus dos componentes. Esto es, la cerveza y el limón se superponían en la jarra como los experimentos de tercero de EGB.



Saliendo de allí, y habiendo cambiado en la noche el cebollón por la indigestión, decidimos ir al Heron City a tomarnos un te. Escogimos el Afternoon, que ya iba bien por las horas, y porque el lerdo del camarero nos había dicho que no tenían Eart Grey, que tenia afternoon. El muy cretino nos trajo dos copas de estomacante té Breakfast, que es justo lo contrario de lo que habíamos pedido. Tras una corta, pero amena, discusión sobre las paseantes de dicho centro comercial hemos optado por recogernos temprano a casita y pensar que mañana será otro día.

Ay, mamá!